Resaltamos una referencia citada por un comentarista en una entrada anterior, acerca de un artículo de la Dra. Amparo Belloch Fuster, psicologa clínica, catedrática de Universidad y Presidenta de la Comisión Nacional de la Especialidad (porque el ámbito clínico y el ámbito universitario no tienen por qué estar alejados, pero tampoco se juntan de cualquier manera), acerca de la psicología y la psicología clínica.
http://www.uhu.es/publicaciones/revistas/amc/verarticulo.php?NArticulo=932
Destacamos los últimos párrafos del articulo, donde argumenta las diferencias entre lo sanitario, lo no sanitario y lo clínico:
Destacamos los últimos párrafos del articulo, donde argumenta las diferencias entre lo sanitario, lo no sanitario y lo clínico:
Otra vertiente del debate sobre las competencias de los psicólogos y las de los psicólogos clínicos que ha sido recientemente objeto de debates y discusiones enfrentadas en España, es la confusión entre lo que significa una actividad clínica y una sanitaria (en ambos casos, con referencia a la psicología, claro está). Así, en los escritos, noticias, debates, etc. aun vigentes, tiende a confundirse lo que es en sentido estricto una actividad clínica con lo que resulta una actuación sanitaria, dirigida a mejorar o preservar la salud de los ciudadanos. Se apela, por ejemplo, a la definición de la OMS para delimitar el ámbito de “lo sanitario”, lo que sin duda es un argumento de autoridad, para después dar un salto conceptual que confunde la definición de salud que ese organismo promueve, con lo que significa profesión o actividad sanitaria, asunto sobre el cual la OMS no se pronuncia en absoluto, que se sepa.
Tampoco se pronuncia este organismo sobre quién o quiénes tienen las competencias para cuidar de la salud de las personas, ni desde el punto de vista de las administraciones concretas (qué Ministerios, o qué entidades concretas de la Administración de un Estado, por ejemplo), ni desde el de los profesionales especialmente competentes y capacitados para tal misión.
Otro de los argumentos que está presente en este debate hace referencia a la necesidad de considerar la salud (y el cuidado de la salud por los profesionales) desde un modelo bio-psico-social, que tenga en cuenta no solo a la persona en su unidad psico-física, sino también al contexto social en el que vive, los roles que desempeña, etcétera. Y se dice que el psicólogo sigue ese modelo en su actividad profesional, porque tiene esa formación y está especialmente preparado para ello.
A partir de ahí, se afirma que el psicólogo es un profesional sanitario, porque en cualquier ámbito de desempeño profesional su objetivo último es cuidar de, o mejorar, la salud de las personas, las instituciones o los grupos. Todo esto es cierto y no se pone en cuestión.
Lo cuestionable surge cuando se confunde “objetivo último” con “objetivos concretos, medios y capacitación para lograrlos, y ámbito de actuación”. Dicho de otro modo, tal y como se están manejando los argumentos, toda actividad que desarrolle una persona (psicólogo o no) está dirigida a mejorar la salud propia o ajena (exceptuando a los criminales, y a algunas psicopatologías, claro). Pero ello no significa que el concepto de lo sanitario sea el más adecuado para definir una actividad profesional concreta. Además, este modo de argumentar olvida o contradice el supuesto del que parte (el modelo bio-psicosocial), pues parecería según tales argumentos, que la actividad de
un psicólogo de empresa, es indistinguible de la de un psicólogo educativo, un psicólogo clínico, o un psicólogo de la actividad física y el deporte. Es decir: la reducción de los cuidados de salud al ámbito de lo sanitario contraviene el enfoque bio-psico-social, que precisamente amplía el concepto de cuidados de salud desde un enfoque biologista estricto y decimonónico, a la inclusión de los aspectos psicosociales involucrados (por ejemplo, el ámbito en el que desempeña su actividad un psicólogo que evalúa y diagnostica el grado de minusvalía de una persona, o su adecuación a un puesto laboral concreto, o el ámbito educativo en el que un psicólogo valora las dificultades de aprendizaje de un estudiante y promueve estrategias para su mejora), además de a la consideración de lo psicológico-intrapsíquico (la percepción y valoración que una persona hace de su estado de salud, el modo en que experimenta o vive su enfermedad, los procesos mentales involucrados en la génesis y en el mantenimiento de los trastornos mentales, sus características básicas de personalidad, y un largo etc.).
Con todo, más extraño resulta la asimilación de lo sanitario a lo clínico: la evaluación, el diagnóstico y la intervención y tratamiento psicológicos de un problema, un individuo, o un grupo, difieren en función de cuáles sean sus objetivos y fines, y el ámbito en que se produzcan. No se requiere el mismo tipo de preparación para hacer un diagnóstico de minusvalía, o para evaluar la aptitud de una persona para conducir un vehículo, que para realizar (o descartar) un diagnóstico de depresión o de estrés post-traumático y planificar, llevar a cabo, y evaluar, el tratamiento psicológico más adecuado. Es decir: la amplitud y diversidad de roles y ámbitos de desempeño profesional de los psicólogos va más allá de lo clínico y de lo sanitario.
Dicho en otros términos: del mismo modo que no toda actividad profesional de los psicólogos es reductible ni asimilable a lo sanitario, no toda actividad psicológica sanitaria es asimilable a actividad clínica. De lo contrario, ¿qué sentido tendría entonces distinguir entre distintos perfiles profesionales de los psicólogos y plantear, además, requisitos y necesidades diferentes de formación, tal y como plantean y defienden con razón las organizaciones científicas y profesionales de la psicología en casi todo el mundo?.
Una vez más, buenas noches y buena lectura
¡Qué claridad de ideas! En unos cuantos párrafos desmonta las (pseudo)líneas argumentales de los que piensan que todo el monte es orégano (y toda la psicología es sanitaria, y toda la sanitaria es clínica. Ergo: ¿toda la psicología es clínica?).
ResponderEliminarY todo ello sin fuegos de artificio (es decir, sesudas investigaciones sobre el sexo de los ángeles, pagadas por el COP)sólo la razón desnuda y mucho sentido común (que no es pedir poco).
AY, si realmente no se hubiera equivocado el Director General de Ordenación de profesiones sanitarias... y Amparo Belloch fuera presidenta del COP!