Y seguimos con la bibliografía comentada.
En
el mismo número de la revista "Psicología Conductual", se
publica un artículo de reflexión de Enrique Echeburúa y
colaboradores, intentando despejar o aclarar las dudas sobre las
funciones y ámbitos de actuación del psicólogo clínico y del
psicólogo general sanitario.
Como
resaltan los propios autores, esta reflexión "No
se trata de un planteamiento cerrado -ni siquiera de una propuesta
sistematizada-, sino de unas reflexiones abiertas al hilo de la
reciente normativa establecida, del debate planteado y de los temas
que nos preocupan en nuestro quehacer cotidiano"
A
destacar en los primeros párrafos del artículo la defensa que hacen
de lo que ellos llaman "carrera profesional escalonada:
psicólogo-psicólogo general sanitario-psicólogo clínico",
pero dado que esta solución no está desarrollada, pretenden
reflexionar sobre las competencias de ambos tipos de profesionales,
de modo que "no se generen espacios de confusión con los
propios de los psicólogos clínicos en el ámbito de la salud".
Este
intento de clarificar los diversos ámbitos competenciales y de
actuación nos parece una apuesta valiente, más cuando quienes
podrían despejar dudas y aliviar tensiones no se han postulado todavía (tanto
las Administraciones Públicas, como en nuestro contexto interno la
Organización colegial. ¿hay alguien ahí?!!!). Otro aspecto
meritorio de este artículo es que evidencian
lo obvio y sin embargo, tapado: que los psicólogos generalistas y los psicólogos especialistas son dos profesionales diferentes.. Tenemos el ejemplo del articulo
mencionado anteriormente de carrobles o la frase con chispa pero
vacua de Fernandez Hermida "nada de la psicología clínica le
es ajena"
(http://mesagalegadapsicoloxiaclinica.blogspot.com.es/2012/05/como-navegar-entre-dos-aguas-entre-la.html)
Y
hasta aquí las opiniones que compartimos con el artículo. Bueno no,
hay otras, como la exageración en la medicalización de la vida
cotidiana y el gusto por la hipérbole neo-diagnosticadora.
De
lo que tenemos serias dudas es en la diferenciación de los "cuadros
clínicos tradicionales" (y listan la depresión, trastornos de
ansiedad, esquizofrenia, adicciones...) de los "problemas
menores" (y que refieren en diversas líneas a problemas
adaptativos, que reflejan una patología del sufrimiento y la
infelicidad, o derivados de la exigencia de una mayor calidad de vida
por parte de los pacientes), y que los autores relacionan con los
códigos z de las clasificaciones psiquiátricas.y que, según ellos,
son "un reflejo de la psicopatologización de la vida cotidiana"
y factores que podríamos describir de exigencia de un sociedad
competitiva, individualista y con redes sociales carenciales.
Todo
esta disquisición la enmarcan dentro de lo que denominan "nuevas
demandas terapéuticas" a las que los psicólogos clínicos
hemos de atender (hasta un 20-30% de demandas asistenciales).
Pero
debemos señalar con firmeza varios puntos en torno a esto:
1.
Dentro de los códigos z hay entidades clínicas que en absoluto
pueden tacharse de menores: por ejemplo, problemas de relación
asociado a un trastorno mental o a una enfermedad médica (z63.7);
problemas paterno-filiales (z63.8); problemas conyugales (z63.0);
Incumplimiento terapéutico (z91.1); simulación (z76.5);
comportamientos antisociales tanto en adultos como en niños y
adolescentes; duelo (z63.4)....
2.
Es un error pensar que este tipo de problemas son menores porque no
encajen o cumplan criterios diagnósticos de los llamados trastornos
mayores, y que no son clínicamente relevantes en la intensidad del
sufrimiento, el grado de afectación en múltiples áreas de la vida
cotidiana, y desde luego, que el abordaje terapéutico sea sencillo y
no requieren unas habilidades y competencias técnicas
especializadas. Nada más lejos de esto.
Claro
que los autores
se
han cuidado de relacionar directamente códigos z con simplicidad diagnóstica y terapéutica
(incluso
plantean
más adelante que las variables para determinar la gravedad de ese
sufrimiento son múltiples), pero utilizarán
este argumento de las nuevas demandas
terapéuticas, para
intentar esclarecer
las funciones y competencias diferenciales entre los psicólogos
generales sanitarios y los psicólogos clínicos en
base a un supuesto continuo de malestar emocional y
estrés-----dificultades adaptativas----trastornos mentales.
Dicen
de los psicólogos generales sanitarios que "pueden atender a
ese gran grupo de pacientes que acuden a los psicólogos en busca de
ayuda para hacer frente a los problemas de la vida y resolver
situaciones de infelicidad y malestar emocional (lo que se ha
denominado antes la “patología del sufrimiento”) porque se
sienten desbordados en sus estrategias de afrontamiento. De este
modo, estos profesionales sanitarios pueden ofrecer orientación,
consejo y apoyo psicológico a los pacientes para superar sus
dificultades" y aconsejan eludir el término "terapia"
para hacer referencia a este tipo de intervenciones.
Y
de ahí, saltan a describir las competencias de las psicólogos
generales sanitarios, ejemplificando en cada uno de los niveles de
prevención: primaria, secundaria, terciaria y cuaternaria. Los
ejemplos que describen son múltiples.
En
un párrafo resumen lo que consideran la relación con la psicología
clínica. Veamos: "En definitiva, si se detectan y diagnostican
trastornos mentales propiamente dichos, debe derivarse a los
pacientes a los psicólogos clínicos y a los psiquiatras, que tienen
funciones bien delimitadas en este ámbito. Pero la demanda de la
población hacia los psicólogos sanitarios va mucho más allá que
el ámbito estrecho de los trastornos mentales"
¿Significa
eso que las competencias de los psicólogos clínicos quedan
abocadas/cercadas/cercenadas al "ámbito estrecho de los
trastornos mentales"?
Y
claro, el siguiente punto en la argumentación deriva
consecuentemente en los ámbitos de actuación público/privado, que
por lo que parece su materialización en la enmienda de la Ley
General de Salud Pública ha debido levantar muchas ampollas.
Porque,
según la opinión de estos autores, la reserva de actividad en el
SNS para los psicólogos clínicos es una incongruencia, y debería
facilitarse el trabajo a los psicólogos generales sanitarios tanto
en el ámbito hospitalario como de atención primaria
Un inciso: la mención
cuasi-literaria de "los antiguos ambulatorios de la seguridad
social se han convertido en centros de salud, no en centros de
enfermedad" es de una riqueza lírica loable; llevado al extremo
podríamos
decir que las enfermedades y los enfermos están prohibidos en esos
centros de salud.
También
siguiendo ese argumento hasta el extremo podríamos pensar que el
resto de profesionales sanitarios que están en esos centros de salud
sólo ven problemas "menores" no trastornos médicos y por
lo tanto no han de ser especialistas. Hummmm!, qué dirían los
médicos especialistas en medicina familiar y comunitaria (que
ejercen actividades de prevención,
tratamiento y rehabilitación), médicos especialistas en pediatría
(con las mismas funciones que los anteriores) y los médicos
especialistas en ginecología. Por no hablar de la enfermería, que
en
estos
momentos están desarrollando formación especializada en distintos
ámbitos y tienen ya programas EIR.
¿Y
qué decir de su referencia a las intervenciones psicológicas
empíricamente validadas? ¿qué
necesidad había de repetir lo obvio sobre el esfuerzo para
planificar, poner en marcha y evaluar nuestras intervenciones para
hacerlas más eficaces y eficientes? Aquí está la respuesta: "La
estructura y el funcionamiento de los centros de salud mental hacen
inviable en muchas ocasiones la posibilidad de instaurar tratamientos
psicológicos por la distancia entre sesiones, la duración de las
mismas, la carencia de psicólogos clínicos o la medicalización
imperante. Si casi un 25% de las demandas en los centros de salud
mental no lo es por trastorno mental propiamente dicho (Goñi,
García, Landa y Lizasoain, 2008) y estas demandas fueran atendidas
en la asistencia primaria, los psicólogos clínicos tendrían más
tiempo para atender a los pacientes con trastorno mental y ofrecer
terapia psicológica, reduciendo las listas de espera y la
saturación." Y avisan: "la psicología clínica con base
empírica es irreversible". Como si los psicólogos clínicos
estuvieramos ejerciendo entelequias....
Bien, podríamos realizar reflexiones diferentes entorno a
esto: la más importante, sobre los riesgos de valorar gravedad
clínica en base a un código diagnóstico, y a partir de ese mismo
código el nivel de especialización del abordaje terapéutico está
hecha. El psicólogo clínico es un profesional perfectamente
capacitado para realizar tal evaluación psicológica que excede con
mucho el ámbito del psicodiagnóstico. El psicólogo clínico está
capacitado (y obligado) para valorar y tratar la urdimbre de factores
psicopatológicos, emocionales, relaciones, comportamentales... que
eclosionan en un cuadro clínico tenga o no la etiqueta de trastorno
mental o no (y recordemos que los códigos z también esán incluidos
en los mismos manuales diagnósticos) y del que no es posible ni
deseable fragmentar en sus diferentes componentes para despachar los
ahora fragmentos de persona/problema a diferentes profesionales por
que "no cumplen criterios diagnósticos suficientes". Con frecuencia, una demanda de consulta aparentemente "menor" se incribe dentro de
un contexto mucho más amplio y de una complejidad asistencial nada
desdeñable que requiere una intervención altamente especializada.
Pero
a todo esto se añade otra consideración que parecen haber pasado
por alto, y es que las competencias de los psicólogos clínicos ya
vienen definidas y de la consecución de su logro es responsable el
programa formativo de la especialidad, donde especifica que el ámbito
propio de la psicología clínica es "la investigación,
comprensión, prevención,
evaluación, diagnóstico, tratamiento psicológico y rehabilitación
de los trastornos mentales, así como de los fenómenos
y procesos psicológicos, comportamentales y relacionales que inciden
en la salud
y la enfermedad de los seres humanos en su concepción integral".
Por eso, el Real Decreto 1277/2003 define al psicólogo clínico como
especialista responsable en realizar el diagnóstico, evaluación,
tratamiento y rehabilitación de los trastornos mentales, pero
también emocionales, relacionales y del comportamiento.
¿Cuándo
se ha visto que en la evolución natural de una profesión, en vez de
ampliar competencias y ámbitos de intervención, deseable en base a las crecientes necesidades y retos
asistenciales, se reduzcan tales competencias y funciones como se
pretende al querer abocar y arrinconar al psicólogo clínico al
"estrecho campo de los trastornos mentales"?
Es
inconcebible esta postura, en un momento como éste en el que el
nuevo programa formativo dota de una mayor amplitud de recorrido en
la formación, como es la Atención Primaria, la atención continuada
y la posibilidad de rotar por otras áreas de desarrollo específico. Y plantear la incorporación de
un nuevo profesional de la psicología como posible solución a los
problemas de listas de espera y presión asistencial cuando es
patente que el origen está en la infradotación de especialistas en
el SNS, nos hacen pensar en una ingenuidad sorprendente por parte de
los autores del artículo y un desconociemiento palpable del Sistema
Público ce Salud.
Coincidimos
con los autores que hay que escapar del corporativismo más feroz y
que es necesaria una reflexión seria y abierta. Por eso, pensar que
la exigencia de la titulación de psicólogo clínico para trabajar
en el ámbito público o concertado es un ejemplo de ese
corporativismo es un mal comienzo para ese acercamiento de posturas.
y seguiremos, que todavía hay más cosas que atender....
Madre mia!!! no tienen desperdicio.
ResponderEliminarClaro que leyendo primero el de carrobles, tan malévolo y mal-intencionado, el de echeburúa parece más sensato, pero de eso nada.
no sé de qué va Echeburúa en todo esto de la psicología sanitaria, pero voy a pensar bien, y creer que peca de ingenuo. Está muy bien el ejercicio teórico de diferenciar competencias, pero no tengo claro que conozca bien la sanidad pública, y si me apuráis la práctica clínica en contextos naturales.
Es como cuando nos daban clase en la facultad. Iban explicando trastorno a trastorno como casos puros, con criterios diagnósticos exactos y sin mezclar, donde se suponía que los apcientes eran cumplidores y que iban a seguir a rajatabla todas las medidas terapéuticas.
Empezamos a trabajar y nos encontramos con una situación absolutamente diferente. Aparecen demandas aparentemente sencillas en casos complicados, tanto en evaluación como diagnóstico y mucho más en el tratamiento.
particulamente, cuando viene a mi consulta una de esas cosas que él llama problemas menores, yo ya me preparo para lo peor. Sí hay casos sencillos, y de los que llegan a consulta (más bien, por las angustias del profesional derivante que por otra cosa) mejoran enseguida. No son estas consultas las que llenan las salas de espera ni alargan las listas de espera.
¡anda ya!
Me cuesta creer que Echeburúa y cols hayan caído en un jardín semejante, de liarse entre trastornos menores y mayores (enrevesado es cómo los llaman: problemas menores y cuadros clínicos tradicionales). mezclan churras con merinas y el resultado es difícil de tragar, mucho menos de vender el asunto.
ResponderEliminary eso de los centros de salud y enfermedad...en un grupo tan serio como el suyo, eso parece un chiste de chiquito de la calzada
A ver: si la Universidad en nuestro pais está obsoleta, y no estoy descubriendo nada nuevo, ¿cómo pensais que estos profesores de universidad puedan escribir algo diferente de lo que hacen?
ResponderEliminarSería como pedirle peras al olmo. ¡Digo yo!