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domingo, 30 de septiembre de 2012

COMPLICIDADES DE UNA DETERMINADA PSICOLOGÍA

Es un buen artículo. 

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/09/27/actualidad/1348774860_771969.html

El caso de las nadadoras de natación sincronizada está abierto. Métodos de entrenamiento en los que el insulto es utilizado como instrumento motivador, exigencias de rendimiento por encima de lo saludable cuando no simplemente de lo racional, autoritarismo, espacios sociales en los que se suspenden los derechos de las personas mediando un pacto tácito entre las mismas  (es el  viejo “sabes a lo que vienes”), objetivos de resultados por encima de cualquier otro,...

Pero para  nosotras/os  se ha abierto una preocupación específica, nuestra y sólo nuestra en lo que se refiere a los códigos de conducta exigibles a profesionales. No hay que engañarse: hace tiempo que sabemos que no toda la psicología está orientada a la consecución de objetivos de salud y bienestar humanos, por mucho que ese haya sido el torpe argumento de los dirigentes del COP para reclamar toda la psciología como sanitaria. Hace mucho también que mucha gente sabe que el deporte de alto rendimiento ni es deporte ni es saludable.

Pero lo que no sabíamos, o no tan bien como ahora, es como piensan (y debo suponer, actúan) psicólogos que trabajan el alto rendimiento.

Una declaración-perla contenida en el citado artículo (no tiene desperdicio):

Preguntado por el límite más allá del cual se daña la dignidad de las personas, el responsable de los psicólogos del CAR de San Cugat, Pep Font, responde categórico: “Es que no hay límites en ningún lado, ni en el régimen de alto rendimiento ni fuera de él. Los límites los ponen las normas de relación de cada grupo. ¿Cuál es el límite de la dignidad en los marines? Cosas que se dicen en un entorno, en otro pueden resultar ofensivas. Que una persona sienta que se atenta contra su dignidad depende de ella. La psicología es subjetividad. Hay gente que no se puede adaptar a ese nivel de lenguaje”.

“La cuestión no es si el entrenador es justo o no”, argumenta Font, “la cuestión es si actúa a favor de la persecución de los objetivos. Cuando le preguntas a un deportista si los gritos del técnico van destinados a mejorarle o a hundirle la mayoría coincide en que los ayuda a rendir”.

Font niega que los deportistas del CAR hayan denunciado tratos vejatorios alguna vez. También señala uno de los principales particularismos del régimen de alto rendimiento: “Lo que se dice en un entrenamiento nunca es personal. El equipo no tiene derecho a ofenderse porque todos, deportistas y técnicos, han acordado perseguir un objetivo. Luego sucede que algunas personas entienden los códigos de convivencia y otras no. Pero el objetivo que se persigue, se supone que coincide con el de un deportista que ha pedido someterse a este régimen. El deportista tiene un compromiso consigo mismo, en primer lugar para darlo todo para lograr la meta. Nadie debe comprometerse con ganar, porque esto es absurdo. El compromiso es hacer lo posible. Y nadie se imagina lo pocos que son capaces de hacer lo posible”.

El psicólogo del CAR sostiene que existen diferencias entre mujeres y hombres. “Normalmente las mujeres son más susceptibles”, dice. “Se debe a construcciones culturales y aspectos biológicos. La respuesta emocional en las chicas es más elevada ante situaciones similares. En cualquier test de ansiedad, los baremos de puntuación que son elevados para un hombres son irrelevantes en una mujer. Las rupturas de las normas convencionales se aceptan mejor por los hombres. Un entrenador y sus deportistas pueden acabar un día insultándose y al día siguiente hablar con normalidad. Este fenómeno es más difícil en las chicas”.

Ahora una breves notas:

La dignidad humana, en la ética común y plural que nos permite a todos identificarnos en ella y convivir, se sustenta (es) en la afirmación de que los seres humanos poseen derechos inalienables (ni siquiera renunciables por propia voluntad). El núcleo de la dignidad humana son los derechos humanos que todos tenemos reconocidos. Una sociedad no puede aceptar espacios en los que esos derechos se suspenden aún sea con el acuerdo de las partes. El desarrollo legal en España reconoce su fundamento en la Declaración de Derechos Humanos de la ONU (sociales y políticos), y desde la Constitución hasta el Código Penal, como no podía ser de otro modo, se prohibe el trato vejatorio y humillante a las personas sea cual sea el fín que se persiga.

Pero de pronto, una psicología determinada racionaliza la supresión de estos derechos en función de objetivos en la industria del deporte. ¡Y remite a la subjetividad para definir la dignidad!. ¡Y repite el topicazo femenino de siempre!. ¡Y reitera el argumento justificador que se usó en su día para defender las novatadas...hasta que el Tribunal Supremo las ilegalizó al considerarlas trato vejatorio y denigrante incompatible con la dignidad humana que posee  la persona!.Etc, etc, etc ...

Toda una lección de la diversidad existente dentro de la psicología, y de las amenazas de un determinado  uso de sus conocimientos. De los beneficios que al profesional pueda reportar esta racionalización de sus actividades no voy a hablar.

Pero lo que me pregunto es: ¿qué tenemos en común entre nosotros los psicólogos para que se llame a nuestra unidad en la crisis social que estamos viviendo? (editorial del último  Infocop realizado por el presidente del Consejo). ¿Qué unidad es posible entre psicologías como la que refleja ese artículo y otras interesadas y comprometidas con la salud y los derechos de las personas?. ¿Por qué se nos llama a la unidad y solidaridad entre nosotros ignorando la solidaridad común con los más desfavorecidos por la crisis?. ¿Con qué derecho aquel que se beneficia económicamente con su actividad colegial nos llama a otros a seguir sosteniendo esta farsa de la identidad compartida de los psicólogos?.

¿Por qué se parece tanto el discurso de Santolaya y sus mariachis al mantra de Rajoy en  eso de que todos tenemos el mismo interés en salir de la crisis y por eso debemos estar unidos en el esfuerzo común...mientras se carga derechos de las personas y sirve a intereses minoritarios?.


Neurofox

4 comentarios:

  1. ¿pero lo más innovador en el adiestramiento de animales no es el adiestramiento en positivo? Los castigos fisicos,la inanición de los canes con el objetivo de enseñarles se encuentra de frente de convencidos detractores del maltrato animal.

    Vaya. Eso no vale en los deportes de alta competición. Y lo ratifica el psicólogo!!!!

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  2. los límites están en la Declaración de los Derechos Humanos, la Constitución, el código deontológico. Afortunadamente hay límites al trato vejatorio. Que no es un trato exigente

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  3. Código deontológico del/a psicólogo/a

    Artículo 6º
    La profesión de Psicólogo/a se rige por principios comunes a toda deontología profesional: respeto a la persona, protección de los derechos humanos, sentido de responsabilidad, honestidad, sinceridad para con los clientes, prudencia en la aplicación
    de instrumentos y técnicas, competencia profesional, solidez de la fundamentación objetiva y científica de sus intervenciones profesionales

    Artículo 7º
    El/la Psicólogo/a no realizará por sí mismo, ni contribuirá a prácticas que atenten a la libertad e integridad física y psíquica de las personas....

    Artículo 8º
    Todo/a Psicólogo/a deber informar, al menos a los organismos colegiales, acerca de violaciones de los derechos humanos, malos tratos o condiciones de reclusión crueles, inhumanas o degradantes de que sea víctima cualquier persona y de los que tuviere conocimiento en el ejercicio de su profesión

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  4. Las palabras de este señor, profesonal de la psicología son tan de dudosa ética que debería ser objeto de una investigación por parte de la Comisión Deontológica del COP. Una vez esclarecido si la publicación de la noticia responde a palabras textuales de ese señor, deberían tomarse las medidas oportunas.

    para esto ha de servir fundamentalmente el Colegio Profesional, y además es el único argumento que dan para defender la obligatoriedad de la colegiación.

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